FALLECIO AYER EN BARRANQUILLA EL GRAN RALPHY CIEN

Ayer en horas de la madrugada ha partido al encuentro inevitable con el de arriba, el patriarca de la música antillana en Colombia, Rafael Alfonso Figueroa Lindo, más conocido como Ralphy Cien.

Hace algunas semanas le dijo de manera premonitoria a Milton, uno de sus hijos, que le tuviera lista la música con que él siempre quiso que lo enterraran.

El número uno de esos discos es El swing, del Gran Combo de Puerto Rico, que él solía cantar, a su manera, a cada rato: “no soy médico ni abogado ni tampoco ingeniero, pero tengo un swing, pero tengo un swing, que muchos quisiera tener”. Tarareaba que “la gente me critica por no trabajar, pero tengo un swing sabroso”. En la lista siguen, por supuesto, la inmortal Número 100 de Alberto Beltrán, que dio origen al nombre de su famoso estadero, así como todo el repertorio de Cortijo y su Combo con la voz del sonero mayor Ismael Rivera, el inmortal Maelo, encabezado por el tema Entierro a la moda. Antes de morir repitió una y otra vez que este último disco no podía faltar por nada del mundo.

Él desde el año anterior decía a sus hijos que no pasaría del 2010. También decía, con una seguridad asombrosa, que moriría en vísperas de Carnaval, “para que todo el pueblo carnavalero goce mi entierro y me recuerde para siempre”.

Todos esos presagios se cumplieron ayer en la madrugada. La última vez que repitió lo de su muerte pronta fue con ocasión de su cumpleaños 74 el 26 de septiembre del año pasado. “Yo no nací para semilla. No pasaré del 2010”.

Su afición a la música afrocaribeña lo llevó a fundar el estadero La Cien en pleno barrio Rebolo, detrás del legendario estadio Moderno. Fue el templo de la salsa. Por allí desfilaron figuras como Johnny Pacheco, Héctor Lavoe, Daniel Santos, Rafael Ithier, Rubén Blades y también otros personajes de la farándula nacional e internacional, así como escritores, políticos y, en general, aficionados a la música salsera. Iban a rendirle pleitesía a Ralphy, estupendo anfitrión, a pedirle que él mismo pusiera a sonar su música y la bailara en esa gran pista de La Cien.

Ralphy fue amigo de sus amigos. Simpático, alegre y dicharachero, era difícil no quererlo. Y quien lo conocía una vez, jamás se olvidaba de él. Deja cuatro hijos: Arturo, Roxana y Milton de su primer matrimonio con Benilda Cuello, y María del Carmen, con su segunda esposa Iveth Páez.

El sepelio se llevó a cabo a las 10 a.m. en el cementerio Universal, con todo el toque feliz que él , un hombre con alegría perenne en el corazón, pidió en vida.

PAZ EN SU TUMBA

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