LA BIOGRAFÍA DE LA SEMANA


En esta ocasión, rendiremos homenaje al primer gran impulsor del Son Cubano y sus variantes, Ignacio Piñeiro.

Piñeiro fue un creador prolífero, con cientos de creaciones que abarcan el son, el bolero, la conga, la rumba, la guajira-son, la guaracha, el guaguancó, los danzones, el tango-congo, las plegarias, los lamentos y otras diversas variantes soneras y rumberas.

IGNACIO PIÑEIRO
"La Sazón de la Música Antillana"

Cortesía de Conexión Cubana.net
Titulación y Edición de BARRANQUILLA ES SALSA


Nació en La Habana el 21 de mayo de 1888. Su niñez transcurre en el popular barrio de Pueblo Nuevo donde realiza sus estudios primarios y comienza su interés en la música al participar en coros infantiles.

Trabajó como albañil, portuario, tabaquero, en todo tipo de oficios para ganarse la vida, en días de guerra y hambre. Pero, desde niño cantaba en coros escolares y a los ocho años ya estaba como improvisador y decimista en la agrupación de clave y guaguancó, "El Timbre de Oro". Seguidamente dirige el grupo "Los Roncos" y después pasa a la agrupación Renacimiento. 


Su gran momento llega con la amistad de la trovadora y sonera María Teresa Vera, quien le enseña a tocar el bajo y lo integra a su Sexteto Occidente, con el que viaja en 1926 a grabar y actuar en Nueva York. A su regreso trabajan en las academias de baile, donde realizaban un entrenamiento agotador.

María Teresa dedica un tiempo a la religión afrocubana, en 1927 entrega el Sexteto Occidente a Ignacio que le adiciona al trompetista Lázaro Herrera y se convierte en Septeto Nacional que compite en popularidad con el Septeto Habanero de 1920, primero en Cuba. Pero el Septeto Nacional tenía un genio compositor a la cabeza, con el dominio de muchas variantes tímbricas y ritmos nacidos en La Habana, con los que hace una fusión insuflándole al son un tempo menos reposado, más rápido y potente. Y también una larga lista de éxitos que resultaron verdaderos clásicos del son.

Con esos presupuestos son invitados a llevar el son a España, la España de charanga y panderetas que se asombra de la llegada de instrumentos tan típicos como las claves, maracas, güiro y bongó. Un arsenal percutido que deja perplejos a los europeos.

En 1929 desembarcan en las costas de Sevilla, después de haber perdido en el viaje a uno de sus cantantes. Se presentan en la fastuosa Exposición Iberoamericana de Sevilla, donde obtienen Medalla de Oro. De esa manera triunfal penetran el sonido atrevido del son en la Europa de sinfonías y zarabandas.

Con ese prestigio alcanzado lo reclaman en Estados Unidos y se presentan en 1933 en la Feria Exposición de Chicago, "Un Siglo de Progreso". El son, la conga y la rumba comienzan a amenazar al jazz y sus variantes. Cuba inicia la hegemonía del ritmo en la etapa contemporánea.

Piñeiro abandonó el Sexteto Nacional, ya convertido en septeto en 1935 para retomar su dirección en 1954, labor que continuó hasta su fallecimiento en La Habana en el 12 de marzo de 1969.

Junto con la fundacion del Septeto Nacional se forman y surgen progresivamente numerosos conjuntos. Sexteto Colin, de los Matamoros, del "Cuarteto Caney", y dentro del mismo proceso de los grandes soneros: Pablito Quevedo, Fernando Collazo, Panchito Riset, Miguelito Cuni, Cheo Marqueti, etc.

¿Cuál es el aporte de Piñeiro al son y la música cubana? El gran músico "habaniza" el son, fundiéndolo con las variantes de la rumba, la guajira y otras variables tímbricas afrocubanas. Introduce el lirismo en el primitivo son oriental, logrando una evolución amplia en lo musical y lo temático, como nos dice el locutor, Eduardo Rosillo. Es una cristalización melódica decisiva de la música cubana sacada de acertadas combinaciones instrumentales de donde salieron las variantes de maravilla que nacerían después: danzón, mambo, cha cha cha y muchos de los ritmos venideros.

Hay que atribuirle también a Piñeiro la incorporación o el traslado del tiempo de la guajira, al compás de 2 por 4 del son. "Mi Son Guajiro Genuino", conocido como "Alma Guajira", es el primero en ese estilo, y abre un nuevo camino. Concede mayor libertad, dando preeminencia al protagonismo del cantante. Primero con cierto toque lírico, después con esa impronta callejera sin la cual no hay auténtica música popular.

También rompe con la métrica establecida al componer al margen de la cuarteta, incorporando versos más libres -influencia trovadoresca- que se interrelaciona con el son. El lirismo termina con un cadencioso estribillo bailable y sabroso, como apunta la investigadora Adriana Orejuela.

"Habanera no te canses de/ querer a tu sonero,/ que si me olvidas me muero".

Fue cuidadoso en el aspecto melódico de sus obras, cualidad que aprovechó George Gershwin al incorporar un pasaje de su son-pregón, "Échale Salsita", del cual se dice, fue el caldo de cultivo para lo que hoy conocemos como Salsa. El término "Salsa" le cayó como anillo al dedo al norteamericano, a quien le sonó a soul y souce. Y gustó a todos los grupos caribeños, porque cada vez que alguien invitaba a una fiesta, los dominicanos hablaban de guateque, los puertorriqueños de parranda, los colombianos de rumba, los cubanos de bembé, los venezolanos de jarana, etc.

Hay músicos que son como arquitectos de la estructura musical, en los inicios de la síntesis ritmática de un país. En ese cuadro de honor se encuentran, Ignacio Piñeiro, Miguel Matamoros, Arsenio Rodríguez, los hermanos Israel y Orestes López (Cachao), Pérez Prado, Enrique Jorrín. Son verdaderas escuelas, conservatorios de la música cubana de donde se nutren los músicos de nuestro tiempo.

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