ANECDOTARIO DEL JOE

En Sincelejo se hizo cantante

Los hermanos José y Ángel Cabeza, oriundos de Cartagena, le dijeron a Walter Castro, director del Supercombo Los Diamantes, que conocían a un muchacho que era la sensación en la tuna del colegio donde estudiaba. 

Fue así como el desconocido en ese entonces, Álvaro José Arroyo, arribó a tierras sabaneras para reemplazar a Johnny Arzuza, quien se había ido a Barranquilla para integrarse a la Orquesta La Protesta.

"A la Heroica fueron a buscarlo en un Jeep Willy de color azul, modelo 50. Cuando arreglamos el contrato, viajamos a San Diego, Cesar, donde fue su debut", recuerda el director de Los Diamantes. Castro agrega que el muchacho cargó poca ropa que le empacó su abuela, y no tuvo tiempo de despedirse de su madre Ángela.

En la segunda gira conoce al 'Negro Chombo'

Esta nueva gira de Los Diamantes se dirigió a San Andrés. Allí conoció a Guillermo Arroyo, su padre, a quien le compuso años más tarde "El Negro Chombo".

Walter asegura que el 'Negro' invitó a Joe a su residencia después del concierto, y allí el cantante le dijo: "Ese hombre es mi papá".

Los orígenes del seudónimo 'Joe' son sabaneros

Rubén Darío Salcedo, famoso compositor sucreño, bautizó a Álvaro José Arroyo como 'Joe' porque era un nombre artístico asociado a grandes exponentes del movimiento salsero neoyorquino, además de convertirse en una buena excusa para acortar el nombre de la entonces gran promesa de la música tropical colombiana.

Un poeta natural

Yo no me afano para componer, porque cuando me pongo a decir voy a componer, no me sale nada. Es cuando Dios quiere, a lo hora que sea. Me levanto con la nota y comienzo a grabar. Tengo grabadoras por toda la casa. Me llega una idea y la voy grabando. Casi siempre en el mismo instante me sale todo el tema. No lo dejo para mañana. Cuando me monto en un tema es hasta que lo termino. A veces en un día me salen dos o tres temas. Como a veces estoy tres-cuatro meses sin salirme la musa. Hay una parte muy sublime entre el sueño y la soledad. Cuando uno se está durmiendo hay un clímax, a todos los seres humanos les vienen tremendas ideas, tremendas cosas. Pero el común denominador se duerme y esas ideas se pierden. A mi cuando me salen esas cosas, estoy entre el sueño y la soledad, me vienen unas ideas bonitas, me paro y comienzo a grabar, se me quita el sueño, eso es un momento sublime.....

Así resume a través de este párrafo su capacidad y su forma natural de componer, al mejor estilo de personajes míticos de la música antillana como Lavoe, Rivera o Moré, quienes al igual que el 'Joe', nunca aprendieron a leer un pentagrama musical.

En la siguiente pregunta, explica cómo esa 'musa original' se convierte en música.

- ¿Y después como haces para pasarlo a la música?

Le voy quitando, le voy agregando y lo voy decorando. Yo lo compongo y me sale de inmediato, el tema, los pitos, todo. El arreglista tiene que escucharme y poner los compases.


La génesis del tema "Rebelión"



Hay un apunte de los tantos que ha dado Arroyo sobre los orígenes de ‘Rebelión’. La canción se la presentó Joe a Fruko en los estudios de Fuentes en 1978, y Fruko elaboró el arreglo y grabó la pista, pero quedó pendiente la grabación con la voz definitiva de Joe.

(Recordemos que, a la hora de los registros, el Joe advirtió que no podían aparecer a su nombre porque tenía un contrato de exclusividad con Discos Fuentes, donde triunfaba con Fruko y sus Tesos y The Latin Brothers.

El mismo Arroyo sugirió el nombre de su esposa Adela Martelo de Arroyo, como autora de sus composiciones, y así aparece en la contraportada del álbum. Y no sabemos si también aparece así en los registros de Sayco).

Finalmente, Joe no cantó la esperada versión y la pista de la grabación quedó en los archivos de Discos Fuentes. Isaac Villanueva, productor ejecutivo para Joe Arroyo y La Verdad, se encontró ocho años después la pista revisando unas cintas y decidió recordarle a Joe la canción y le pidió que la retomara.

Joe decidió que era mejor no usar la pista que había sido grabada por la banda de Fruko y volvió a grabarla con La Verdad, con nuevo arreglo de Michi Sarmiento, obteniendo los resultados conocidos.

Pero, la única duda que queda es: ante los registros iniciales, ¿Joe Arroyo es jurídicamente el compositor de ‘Rebelión’? Pues mientras no se conozca un documento o acuerdo entre las partes (que no se conoce hasta la fecha), legalmente la compositora es Adela Martelo, primera esposa del cantante.

Las mujeres que amaron al hombre antes que al ídolo

Antes de que Joe Arroyo conociera la fama, dos mujeres lo amaron profundamente, dieron a luz a sus hijas mayores y vivieron junto a él las épocas más difíciles de su ascenso como artista: Adela Martelo y Gloría Godín tuvieron ayer con Álvaro José su último encuentro. Estas son sus historias.

Adela. El primer amor del cantante nació en la época de la inocencia. “Cuando conocí a Joe, él era un niño como era yo. Tenía diez años y estaba haciendo tercero de primaria y yo, segundo elemental. Él era apenas un niño normal, todavía no era un artista. Yo conocí fue al hombre”. Adela se concentró y recordó en medio del dolor que la embargaba. “En nosotros nació él amor. Fue un amor de niños que compartimos. Vivimos los momentos más agradables. Fue mi primer novio, mi primer marido, mi primer esposo, fuimos el todo por el todo”.

Adela fue la mujer que dio a luz a sus dos hijas: la fallecida Tania y Adela María, madre de la única nieta del artista. “Cuando lo conocí vi en él sus sentimientos, el amor que me tuvo, su inocencia. Yo le agradezco a Álvaro que me dio dos hijas, que han sido el más bello regalo que me pudo dar”. La voz de Adela se quiebra en llanto.

Gloria. “Álvaro José me dijo alguna vez que cuando tenía una mujer preñá’ le dolían las muelas”, cuenta entre lágrimas y recuerdos. “Y cuando tenía una mujer en gestación sufría hasta de antojos. Yo en ese momento le anuncié que estaba embarazada y él echó a reír. Te lo dije, monita bella, sabía que por ahí me iba a reventar una preñada”.

La historia de Gloria con Joe comenzó cuando una amiga le dio el teléfono de Álvaro diciéndole: “Te tengo un negrito que está más bueno, pero él se las tira de cantante, dizque canta y baila, pero está bien simpático”. Gloría vendía chance en el centro de Cartagena, cuando comenzó a cortejarla el enamorado. “Cuando lo vi, me puse pálida, de cosa no me privé”, exclamó Gloría.

De ese amor nació Johana, quien acompañó a su padre los 29 días que duró internado en la clínica. “Hoy mi hija perdió un padre, pero estamos viendo qué grande era ese hombre para Colombia y me siento orgullosa de haberle parido una hija a Joe”.


Joe anhelaba un funeral como el que tuvo

Joe Arroyo, como ser humano superior, sabía desde diciembre que sus días en la tierra estaban contados: “ya le he visto el rostro a la parca más de una vez; por eso ya no le tengo miedo y, cuando quiera venir, que venga; en todo caso, cuando eso ocurra, no se preocupen, oportunamente les pongo un pin a los periodistas”. La carcajada no se hizo sentir.


Estaba recuperado de una de las tantas recaídas por los quebrantos de salud de los últimos años. Esas facturas de cobro que la vida les tiene ahí engavetados a los seres humanos y que, en el momento menos pensado, los desempolva con la perentoria intención de cobro.

A finales de mayo, tras otra salida triunfal de la clínica luego de un largo viacrucis en la unidad de cuidados intensivos, Joe volvió a hablar de la muerte.

Lo hizo sin misterios. Ni miedos. Si es verdad que los seres superiores como él tienen la suficiente sensibilidad para transitar libremente por los caminos extrasensoriales, allí no había duda. Joe estaba seguro que estaba “preparado para recibirla en el momento en que Dios así lo disponga”, dijo en aquel momento cuando se le preguntó por la señora parca.

Como buen parasicólogo empírico Joe Arroyo sabía lo que le sobrevendría.

Toda esa parafernalia de casi un mes en cuidados intensivos. Del ambiente tenso entre algunos de sus familiares y allegados. La disputa de su figura para, valga la redundancia, ‘figurar’.

Estaba seguro que su muerte causaría un gran sismo en Barranquilla. Que su sepelio sería el más multitudinario, bullicioso y sentido de cuantos se han realizado en Barranquilla en todos los tiempos. En una de las últimas entrevistas, sin grabadoras encendidas, lo predijo: “mi hermano, morirse así debe ser muy lindo”. Ese ‘morirse así’ era irse de este mundo en las circunstancias, el tiempo y el modo precisos.

Una de sus mayores virtudes era su alegría permanente. Era un gozón genético. Un hombre bondadoso. Pero debajo de ese corazón todo nobleza había un hombre recio.

Y sus inmediatos allegados eran quienes más sufrían como consecuencia de esa reciedumbre que se ocultaba debajo de la eterna sonrisa del rostro afable del Joe. Cuando se empezó a hablar de la posibilidad de la telenovela fueron muchas las voces amigas que le aconsejaron que tuviera prudencia. Hizo todo lo contrario. Tras el boom que causó la salida al aire del dramatizado autorizó a sus colaboradores para que firmaran contratos para actuaciones, para giras que significaban cambios bruscos de clima, acoso de seguidores, periodistas y empresarios.

En una de las últimas charlas se le preguntó que si era cierto que lo obligaban a arriesgarse con todos esos contratos. “A mí no me presiona nadie. Lo hago porque quiero aprovechar mi último cuarto de hora y dejarle algo sólido a mis hijos, a mi familia”. No solo era recio para tomar ese tipo de decisiones.

Meses antes de morir se escapaba en taxis de algunos amigos calanchines para ir a alguna que otra olla del vicio. “Había momentos en que era necesario cuidarlo como si fuera un niño”, dice uno de sus allegados. Lo que refleja la verdad de su cuadro psicológico. Joe siempre fue un niño grande, porque nunca tuvo niñez, pues a los ocho años de edad tuvo que salir a la calle a darse trompadas con la vida para ayudar a Ángela González, su madre, a mantener el sencillo hogar de una familia pobre.

Por eso ayer cuando barranquilleros, cartageneros y colombianos lo despidieron llorando y cantando se confirmó la contradicción que siempre fue la vida del Joe. Alegría y tristeza. Bonanza y escasez. Altos y bajos. Nunca términos medios. Joe fue siempre grande y alegre, en medio de esa tristeza que ocultaba muy bien en los entrepliegues de su alma, como consecuencia de no haber encontrado nunca, durante 55 años de desesperada búsqueda, el amor verdadero y duradero.

Un amor del cual él dijera “esto es lo que necesito para refugiarme por el resto de mi vida”.

Las divas de sus videos siempre lo recordarán




Así como sus canciones se convirtieron en inolvidables éxitos radiales, los videos de esos temas también inmortalizaron en imágenes las historias cantadas por el Joe Arroyo.

Como un actor innato, Álvaro José interpretaba magistralmente cada papel que el director se ideara para realizar la producción audiovisual de sus canciones, en las que casi siempre sus coprotagonistas eran lindas mujeres costeñas. Tres de las musas que compartieron set con el artista cartagenero le contaron a EL HERALDO cómo fue aquella experiencia. 

“Era Todo un señor”. Así lo describe Karol De la Torre, modelo y actriz que participó en dos videos musicales del Joe: ‘Cantinero’ y ‘Sabré olvidar’. Del primero, Karol recuerda que apenas tenía 14 años y que su función era bailar y pedirle al cantinero que le sirviera un trago. Del segundo –producido en el año 2000– rememora que en los dos días de grabaciones conoció a un ser humano especial, “un señor en todo el sentido de la palabra”, afirmó mientras se lamentaba por la muerte del artista, “todavía no lo puedo creer”, agregó.

Por su parte la bailarina María Eugenia Salas, quien aparece en el video del tema ‘Llanto ven llanto va’, dijo que participar en un video del Joe fue un sueño hecho realidad. “La experiencia fue hermosa, mágica por todo el escenario y el ambiente”, evocó la ganadora de dos Congos del Carnaval por su disfraz individual de 'Amazona'.

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